martes, 21 de mayo de 2019

La vida eterna de los Carnavales


Este acto de amor y de reconocimiento profesional que ya habrá visto cientos de veces, no es otra que la representación de lo que uno siembra durante su recorrido vital. Las lágrimas desbordaban los ojos de los componentes de sus agrupaciones, también de su mujer y de muchas de las personas allí congregadas para despedir a Juan Carlos Aragón después de casi tres horas de capilla ardiente en el Gran Teatro Falla. 
Pero los homenajes no se han quedado ahí, en Huelva decidieron reunirse los carnavaleros, admiradores, aficionados, para rendir su despedida también a, como decía el Diario de Cádiz, el último revolucionario. Pero también se está promoviendo en Sevilla, Córdoba o Madrid para recordarlo cómo hay que hacerlo: cantando sus coplas.



· El Carnaval sin él

Cuando pequeño, me alucinaba escuchar la palabra "libiana" y no entender absolutamente nada, hasta el punto de que la palabra "lesbiana" la decía de la manera que me enseñó Juan Carlos en aquella chirigota maravillosa que es Kadi City. Sin duda, el lenguaje propio, rasgo de genialidad y capacidad creativa pero también de lógica aplastante (de alquiler, alquilino en un cuplé del Chele). Se pierden esas "-s" tan canallas y esas voces agudas impostadas en sus chirigotas para que el mensaje quedara claro: te lo está contando la calle, cuna de la más alta cultura literaria y vulgar. La intencionalidad del mensaje con la imposta de la voz y esta especie de neologismos callejeros, hacían de Aragón un verdadero maestro del lenguaje como recurso cómico, más allá de todo el uso de figuras del que hablaremos un poco después. 
Sus chirigotas no solo participan de la revolución de la modalidad en los 90 sino que parecen salir del camino para una tercera vía que partía más de lo crítico-social desde lo vulgar hasta lo sublime, como si de verdaderas etapas literarias se tratara. La importancia no solo es de la espectacular Los yesterday, sino que se fue forjando previamente con barbaridades de la talla de Las ruinas romanas o Los guiris, que hicieron de la crítica y el humor su estandarte pero, ¿qué tipo de humor? Desde el cristal de la sátira y desde lo más burdo de la torre de preferencia. Y no es fácil, de ahí su valía.

Pero en comparsas perdemos un estilo propio de pasodobles al cuello, de lengua suelta, de lucha contra el poder, casi quevedesco a veces, gongorino otro, como Benedetti y como Carlos Marzal. Destilaba inteligencia e ideología, pero también corazón. La dificultad de sus comparsas no radica en "lo complicado de entenderlo" sino en la cantidad de figuras y recovecos retóricos, literarios, que llegó a manejar desde que sacó Los condenaos en 2001, pasando por la experiencia mística de Los ángeles caídos al año siguiente, pero a niveles más altos nos llevó con Los parias o Las noches de bohemia, con uno de los repertorios más maltratados del concurso. ¿Cuál era la complejidad que se le achacaba? La de un mensaje expuesto que no era apto para todo el público, no desde la perspectiva juanramoniana de "para la minoría siempre" pero sí para esa "chusma selecta" como él decía, que le dedicaba el tiempo suficiente a la reflexión de unas letras verdaderamente altas. Fíjense: el año que no se le criticaba por la complejidad de su verso fue el de La Sereníssima, la crítica venía por otra parte: el macarrónico italiano. 
No podremos mentir: a veces, algunas de las comparsas del autor parecían no estar a su nivel, o, al menos, al que esperábamos. Pero, claro, si la voluntad era la de "el Arte por el arte" o una concepción propia más cercana a hacer lo que realmente le daba la gana. 
Sin embargo, hay que tener claro que estos últimos cinco años, con ese cambio de grupo que tan bien le hizo, estaba en plenitud creativa y no fallaba ni una: letras desde lo sentimental a lo político, del homenaje a la crítica, y de nuevo el humor en sus cuplés que parecía perdido para dar paso a unas letras cómicas sin demasiada comicidad. Desde Los millonarios hasta La Gaditaníssima, podríamos decir que encontramos la producción más completa de toda su producción a nivel general, pero también de cómo debe cantar el grupo que él quería. Así, se le notaba que estaba tan a gusto que habían vuelto las musas a pleno rendimiento. 

· Mi carnaval con él

Cuando me preguntaban quiénes eran mis cantantes favoritos cuando era adolescente siempre decía: Sabina, Serrat y Aragón. Prácticamente nadie de los que me preguntaban conocían a aquel tercer tipo que, quizás, era un cantautor raro. Desde la crítica política (creo que se me metió en el subconsciente y ahí sigo, con la revolución y el sarcasmo) hasta lo poética, mientras realizaba muy primeras lecturas de poemarios de autores y autoras del siglo XX. Me influyó en las lecturas que le leía en entrevistas, también en cantautores latinoamericanos... Bueno, supongo que fue una especie de guía por aquella cercanía que mi mente imprimó sobre aquel profesor de Filosofía. 


La importancia de la concienciación de un adolescente, la solventaba escuchando comparsas, sobre todo de Juan Carlos que, con aquellos condenados, me dejó realmente perplejo por muchas de las cosas que nos contaba. Pero todavía más loco me quedé con la siguiente que, además, pareció una estocada directamente a un incipiente ateísmo que no tenía del todo claro. Con Los americanos decidí que la problemática internacional también era cuestión nuestra y comencé a participar de manera activa en algunas asociaciones. Podríamos seguir haciendo un repaso por todas sus comparsas, pero también por sus chirigotas. Tuve realmente un problema con el pasodoble sobre el juez de Los panteras, pero mucho peor aprendiéndome el popurrí del Vota PICHA y yendo a las manifestaciones de la época cantando el pasodoble dedicado a Pilar Castillo. 
Aunque le diera caña de vez en cuando, siempre era el autor que más escuchaba y cantaba, del que más canciones me sé, el que más me dolió cuando se fue a Alcalá y del que más me he alegrado de que volviera al Falla. 

Realmente, el Carnaval para la juventud, para la adolescencia, es un caldo de cultivo importante que te ayuda a hacerte ser pensante. Lo digo totalmente en serio. Parte de mi ideología y de mis gustos vienen influenciados por la fiesta gaditana y en particular por el Capitán Veneno que, tristemente, se nos ha marchado con 51 años, dejando un legado inconmensurable, que ahora será revisado con lupa, buscando lo que se nos escapó en aquel momento. Se marcha Juan Carlos Aragón sabiendo que será inmortal porque en Cádiz no te premian en vida pero te mantienen vivo para siempre. Así, recordaremos su chulería, su canallería, su poesía, su lenguaje, su particularidad carnavalesca, y lo echaremos de menos en un COAC que no está para perder a uno de sus máximos exponentes. 
Aún nos queda tiempo que llorarle, lo haremos hasta que nos demos cuenta de que no va a volver y dejemos descansar ese vacío del alma que se nos hizo a todos y a todas el viernes pasado.  

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