jueves, 30 de noviembre de 2017

Especial "Cincuenta sombras de Martín". Capítulo IV


Les hemos narrado el nacimiento del niño de San Vicente, la consagración de su leyenda en menos de veinte años, y el gran duelo entre el Levante y el Poniente. ¿Qué nos queda?  El regreso de la cólera gaditana. Estamos en 2005, y Antonio Martín García vuelve al templo de los ladrillos coloraos.

Se abre el telón, y de blanco inmaculado, una primera fila coplera que jamás han tenido ni tendrán los mejores autores del COAC entona frente al silencio del respetable: Catalino, Macgregor, Antonio Trujillo, Pedro Ramos y El Sopa. Vamos a escuchar a El Revuelo (los viejos copleros nunca mueren).

Dos años después de la marcha de Martínez Ares, el panorama carnavalesco estaba revolucionado, con muchos y muy buenos autores mostrando una variedad de estilos enorme.  La de Antonio Martín para aquel primer año no le valió una final, pero si para dar un golpe sobre la mesa y recordar quién era el maestro de maestros.  Los dos años siguientes trajeron al coplero más experimental, de la mano de un grupo joven compuesto por otra tanda de grandes estrellas (cambió al Catalán grande por el chico, incluso) que le hicieron pisar la final con La Quinta Esencia y Los hijos de la libertad.  Comparsas que, lejos de acomodarlo al devolverlo a la final, parecían predestinadas a ser el calentamiento de las grandes obras que nos depararía en el nuevo milenio el autor (y quizás, de aprendizaje hacia donde se dirigían los gustos de un nuevo público que esperaba algo más que dos coplas a Cádiz en la final).

¿La primera de estas?  La obra maestra que es Los héroes del 3 x 4 (2008), un homenaje delicioso a Francisco Abeijon Carapalo en forma de comparsa deslenguada y guerrillera, gaditana como siempre, y más fresca que nunca, con la llegada de un Zeus que se convirtió en el estandarte de uno de los mejores conjuntos de finales de la década. Y como no, como fue Caleta o el propio El Revuelo, no olió la final por más que dejara para la historia la mejor de las coplas de despedida que puede escribir un autor de comparsa gaditana.


Comenzaba el post hablando del regreso de la cólera gaditana.  Estamos en 2009, y al final de una presentación se escucha "no maltratarla, no maltratarla, no maltratarla" de la manera más descarnada que se había escuchado en tiempo sobre las tablas.  La madre que me parió supuso la simbiosis perfecta del universo martinista, una actualización de la fórmula a unos nuevos tiempos donde los estilos de los autores tendían a replicarse de una comparsas a otras.  Pero un cañón, ¿cómo se replica un cañón?  El gaditanismo y la fuerza de la que estaba dotada aquella comparsa era no solo incomparable, sino inimitable.  Antonio Martín volvía a divisar a sus rivales desde lo más alto doce años después.


Aquella garra no tendría fin, y se replicaría los tres años siguientes conformando una tetralogía que inundaba el Falla cada vez que salía a escena: el tercer premio de Los Caballeros de la Piedra Redonda (2010), el tercero de Las locuras de Martín Burton (2011) y Se acabó el cuento (2012), con los que no pasó de semifinales.  La primera de estas tres pudo pecar de continuista, y la tercera anunció el agotamiento de la fórmula.  Ahora, Las locuras de Martín Burton fue un disloque, con un Paco Pellejo omnipresente que supo adaptarse a la perfección al estilo del coplero, que para la ocasión dejó la sobriedad a un lado y se instauró en la alegría.  Una gran comparsa, que para muchos fue un primero, y para el propio Martín más (tanto que algunos aún recuerdan como arremetió contra la obra de Tino Tovar).


Tampoco escatimó palabras cuando una comparsa en italiano que no entendía nadie la dejó fuera de la final.  El panorama había cambiado, ya no había dos autores intocables, y el Gavilán quería su trono.  Como fuese.  2013 trajo una de las uniones más extrañas y magníficas del COAC.  Ángel Subiela aterriza en su comparsa: "¡45 años, y reinventándose!". ¿Recuerdan?


La comparsa del genio fue una mezcla explosiva, y el director de directores supo exprimir al máximo al maestro de maestros, regresándolo al estilo más distendido y alegre de 2011.  Así, por ejemplo, el autor sacó la bandera blanca en uno de sus pasodobles para arreglar el desaguisado que en los últimos años había montado con sus declaraciones.  Una muestra de como estaban dispuestas todas las partes a llevar a cabo un plan perfecto, con la que lograron de nuevo su primer premio. Y si todo iba bien, ¿por qué no repetir?


2014 fue el segundo y último año del tándem, que volvió a tocar pelo con Los Hyppytanos.  El segundo premio, eso si, no sirvió para prolongar la relación, pero si para dejar un homenaje a Paco de Lucía que pasa a la historia, o la menos valiosa copla dedicada a Martínez Ares viéndose interpretada por sus ex más ex.

Un año sabático.  Eso fue 2015 para Antonio Martín, que a la falta de reacción de todas las partes de cara a sacar un repertorio le sumaba el mal compañerismo que otros autores tuvieron de cara a incitar a algunos comparsistas a abandonar las filas de su grupo.  Pero llega 2016, Antonio Martínez Ares anuncia su regreso y el gran coplero atisva que en dos años se cumplen 50 años de sus coplas.  Y como no podía ser de otra forma, nos regala su primera despedida, bautizada como La comparsa Los invencibles:


Una comparsa dedicada en cuerpo y alma a sus rivales de la última década, como un pequeño diario de consejos y reprimendas (que algunos le respondieron durante el propio concurso, como el propio Tovar).  El tipo fue un disparate, no tanto el repertorio, que se desinfló demasiado rápido pese a las portentosas voces que lo arroparon.

Y como si de un déjà vu se tratase, entra y se forma el revuelo.  El clavel regresó a su solapa y el coplero anuncia, primero en petit comité, lo que pronto fue vox pópuli, que la de 2017 su última comparsa.  Ley de vida se convirtió el pasado Febrero en un testamento portentoso, una segunda despedida esta vez dedicada a la sabia nueva, a la que invita desde la experiencia a gaditanear, sobre todas las cosas, desde la lucha pero también desde la alegría.


Una repesca de voces nuevas y su escuadrón más emblemático cerraron filas en torno al coplero, y lo acompañaron hasta la gran final: el repertorio, como recordaran, no lo logró por puntos, pero el Jurado del COAC y el Patronato posibilitaron un pase de gracia, donde disfrutamos del autor cantando junto a su grupo.  Para la historia.

Ya ven. Cuando nos quisimos dar cuenta, llegamos al final.  Estas cuatro semanas nos han servido para hacer un repaso por estas laureadas 50 sombras que Antonio Martín ha proyectado sobre las paredes, no solo del Gran Teatro Falla, sino de las calles de la ciudad de Cádiz en forma de puro CAR-NA-VAL y amor a su tierra.  Jamás podremos agradecérselo Don Antonio, jamás.

jueves, 23 de noviembre de 2017

Especial "Cincuenta sombras de Martín". Capítulo III


Entrar en una nueva década, la de 1990, como lo hizo el Coplero tiene que ser una pasada. Porque, no sé si lo saben, pero ese año fue el del famoso triplete: comparsa, coro y chirigota. Que sí, que en dos de ellas solo firma música pero. ¿alguno se cree que Martín no entregó alguna letra a esas agrupaciones? Bueno y, aunque así no fuese, ¿no es bastante ser el músico de una agrupación a la que le dan el mayor premio del COAC?
Fue Antonio Martín el que recogió los tres galardones de un incipiente 1990, inicio de una época de esplendor, de batalla carnavalesca, de marcha, de pregones... ¡Una locura! La plenitud del autor más laureado del concurso podríamos considerar que se da en esta época y, para muestra, lo que van a leer, si es que quieren, en estas líneas.

Con dirección de Pepe el Caja, se presenta al concurso la nueva comparsa firmada por Antonio Martín, La Mar de Coplas que, como ustedes saben, dejará un sabor de boca maravilloso ese año y, por supuesto, en generaciones posteriores. El grupo es de monumento y, por supuesto, se hizo con el primer premio. No le fue peor en su dupla en la autoría con Antonio Burgos pues, con Bátmonos que nos vamos, consigue un primer premio también. ¿Creen que esto se queda ahí? Ya les diré yo que no: con letra de Carapalo y Manolo Santander, con dirección de El Petra, llegó al teatro una de las chirigotas más recordadas aún a día de hoy: Hasta que la muerte nos separe. ¿Un segundo? No, un primero, ¿no lo sabían?





De obra maestra la tildaba la crítica de la época y, bueno, a día de hoy, cuando ya han pasado casi treinta años, podemos decir que Encajebolillos es una de las comparsas más completas que hemos visto nunca, y es que si el grupo es bueno, mejor estaba el Maestro escribiendo y haciendo músicas. ¿Por qué? Pues no sé si es que le había cogido el truco o que estaba en un esplendor místico-carnavalesco. Pero, ya saben, otro primero:



La primera movida que cuentan los mentideros sobre el consabido pique entre Martín y Martínez Ares, que ya estaba despuntando, fue el que ocurrió en el año 1992: por el boca a boca el Maestro se entera de que el Niño lleva el mismo tipo que él, que al parecer el disfraz se parece mucho, y se pone en conocimiento de las personas pertinentes para ver el nivel de similitud que tienen ambos. Así es que se produce una reunión en la que el grupo de Martín lleva su boceto y el de Ares lleva el suyo. Problema: el de Ares no iba a llevar globos, lo cuenta en sus últimas entrevistas Martín y Subiela y, finalmente, los lleva. Lo demás todo es historia. Un segundo para el de la calle San Vicente:



Además, ese mismo año vuelve con Antonio Burgos para escribir Los pájaros que, y esto es una opinión personal, tiene una de las mejores presentación vocalmente hablando que haya escuchado nunca en esta modalidad. Como parecía no ser bastante, también con el grupo de Carapalo, Manolo Santander y el Petra colabora musicalmente en Bien nos diste coba Cristoba. El primero fue tercer premio y la chirigota obtuvo un segundo.

Con El titiritero, bajo la dirección de José Luis Mejías, Antonio Martín consiguió un tercer premio pero, ¿qué pasó en este año 93 que marcaría toda la década de los 90? Pues que Ares ganó por primera vez y que a Martín no le gustaba eso de ser rivales. Como nos dice en la entrevista que le realizamos hace algunos años en nuestro blog:

Antonio y yo, ya lo dije en Diario de Cádiz, a parte de mantener en vilo el Concurso del Falla durante toda una década, hemos hecho lo que en el fútbol, darnos las pataditas consabidas dentro del terreno de juego, el escenario del Gran Teatro Falla. 

Y es que, sí, los dos comenzaron una guerra sin cuartel de letrillas, una guerra en el Falla como dice el Coplero, que les llevó a no hablarse y a que sus respectivos grupos fuesen su avanzadilla. 



La racha de terceros continúa y son hasta tres seguidos los que consigue el Coplero con tres diferentes comparsas mientras sus colaboración con coros y chirigotas son frecuentes. De este modo, la chirigota del Love con Partido de Risa Obrero Español (2º premio) es la que cuenta con la música de Martín en este año 1993.
Las verdades del barquero será la siguiente agrupación que Antonio Martín presente en el Falla. Si el año anterior había movido a más de la mitad del grupo, para este año 94 no se queda corto y vuelven a bailar sus filas, aunque un poco menos. Eso sí, el estilo ni tocarlo. Se mantiene fiel a sus principios carnavalescos, más allá de la nueva ola y consigue con esta agrupación, que llevaba además un pasodoble delicioso, un nuevo tercer premio.


Con el coro Al ataque y la chirigota Los tangos bien puestos no consigue cantar en la Gran Final.

En el año 1995, con Los principiantes, Antonio Martín guarda un poco de esa bravuconería que dan los años y comienza una presentación que parece humilde pero que, en realidad, es lo que en latín se llama una captatio benevolentiae, es decir, me meto al público en el bolsillo rebajándome y no mostrándome como poco humilde y cuando los tenga agarrados... ¡PAM! Se acabó. Pues más o menos eso es esta comparsa, una de las más deliciosa de un genial año 1995. Por cierto, co- escribió y le puso música al coro Los cuentistas que fue cuarto premio en el concurso, también participó en la confección de la chirigota Los hombres de Neanderthal. ¡Hola, qué tal! que fueron tercer premio.  Esta comparsa, sin embargo, quedó tercera:




Al parecer el pueblo había vuelto a cambiar de gustos. No le había pasado como a Paco Alba, por supuesto que no, pero, sin embargo, había que modernizarse un poco y así lo hizo con su comparsa más rompedora y vanguardista hasta el momento, todo un portento de actuación sobre las tablas... pero un nuevo tercer premio. Los Quijotes del Sur sorprendió gratamente porque se acercaba a otras cosas sin perder el sello de Antonio Martín:



Por si no fuese bastante, participó también en la autoría del coro El chichibolo y con la chirigota Hasta las mismas trancas ¡Cádiz!. O sea que todoterreno y sin freno. 

El año 1997 fue, sin duda, uno de los más importantes para don Antonio Martín porque se le da la máxima concesión que se le puede dar a un carnavalero de corazón: pregonar el Carnaval de su tierra. Así, Antonio Martín se rodea de gente como Jesús Quintero, Antonio Burgos o Rocío Jurado para hacer un pregón que aún está en la memoria de mucha gente como uno de los mejores y más gaditanos que nunca se hayan representado.
Pero, además, volvió al Falla con una muy buena comparsa: Los buscavidas. ¿Creen que Antonio no tenía bastante con el pregón? Eso para él era solo trabajo de medio año, quería cubrirlo todo, y hace una de sus mejores comparsas y una de las mejor recordadas. Además, se esgrime "la bandera blanca" con Ares pero todo duraría poco.
Con letra de Sánchez Reyes y música del Coplero de la calle San Vicente, el coro El Habla de Cádiz consigue un primer premio más que merecido en el concurso de aquel año. 
Las malas lenguas dicen que ese año si se hubiera presentado a alcalde habría ganado porque, al parecer, se lo llevaba todo por ser pregonero, una especie de imposición que se puso antes de aceptar tan digno cargo. Yo creo que eso no fue así, pero todo tenemos que contarlo:


El año 1998 fue el que inició la despedida más larga de Antonio Martín del Falla. Fue un año un poco extraño porque Martín volvía por sus fueros más puristas representando  un patio de vecinos y su rival más directo, el que más le había sacado de sus casillas carnavaleras, había vestido a su grupo de piratas y había metido un barco en el Falla. No, ese no era el Carnaval que a Martín le gustaba y cuando le ganó de nuevo el Niño decidió que iba a hacer una callejera.
Ese concurso, para seguir con su tónica particular, firmó la música de Club de Fans de Estrellita Castro, tercer premio, y el la del coro Al liquindoi, ambas agrupaciones con letra de Sánchez Reyes.



El año 1999 Martín decide seguir escribiendo su comparsa, eso sí, fuera de un concurso que él consideraba que lo estaba maltratando, fuera de los ladrillos coloraos haría una de sus comparsas míticas, con una presentación que todo buen carnavalero se sabe, con un grupazo de caerse de espaldas... Los contrabandistas fue el nombre que el Coplero decidió para este proyecto que no iba a presentar como siempre había presentado, como llevaba tantas décadas haciendo. Pero no se crean que no lo presentó con toda la pompa y el boato necesario: Palacio de Congresos de Cádiz, la alcaldesa de la época, artistas de talla nacional, amistades y afición se dieron cita en una noche en el que la comparsa cantaba todo su repertorio. 



Como apunte, verán que en esta comparsa está el Pati o el Chupa y, sin embargo, falta Fali Vila que tanto tiempo lo acompañó. Una vez leí que el Maestro explicó por qué motivo siempre este contralto iba detrás y no otros que había tenido posteriormente en su grupo. Martín, con sorna, explicó que era una especie de castigo, una prueba de fidelidad porque un tío con esa voz, si lo ponían detrás y seguía era de verdad porque quería estar ahí. En este comparsa no salió, ya ven, y cuando volvió ya entrado el siglo XXI, Fali Vila volvió detrás durante ese año, como castigo, posiblemente, por su infidelidad. 

jueves, 16 de noviembre de 2017

Especial "Cincuenta sombras de Martín". Capítulo II


Esta segunda entrega de nuestro particular homenaje a la obra del niño de San Vicente tiene la mayor parte de su desarrollo en la década de los ochenta.  Una década donde Antonio Martín reino con cuatro primeros premios, dos segundos, dos terceros, y el histórico cajonazo del 1980.  Pero no corramos tanto, que estamos en 1978 y hacía ya dos años que se lloraba la ausencia de Don Paco Alba:



Es el segundo año del Carnaval libre o democrático y la comparsa de Antonio Martín quería volver, alejándose de la musicalidad más castiza para regresar a los sones argentos que ya probara en 1971.  Los arrabaleros le da un segundo premio.  Un curso después, Ángeles y demonios lo devuelve a lo más alto del podio comparsista con cierto aire pop y grandes coplas, como esta que referenciaba a su famoso pasodoble y se alegra del regreso del tanguillo gaditano en 1979.



El inicio de los ochenta fue una apoteosis carnavalesca: el jurado decide dejar a grandes comparsas fuera de la final, y estas se revelan.  ¿Quién las encabezaba? Exacto. Caleta. El gran homenaje del autor a su playa protagonizó, junto a otras dos comparsas, la toma de la escalera de la Facultad de Medicina donde el aficionado vivió dos finales el mismo día, dentro y fuera del Gran Teatro Falla.


En 1981, la televisión pisa por primera vez el templo de los ladrillos colorados y Antonio Martín García es condecorado con el Antifaz de Oro de la fiesta, y tanto ese año con Charlatanes de Feria como uno después con Voces negras, regresa a la final alcanzando el tercer premio en cada edición:


La comparsa Agua Clara (1983) fue otro primer premio, el primero de la década para el coplero.  Nos decía Antonio de su simpática protagonista en la entrevista que le hicimos en 2009, aprovechando para atizar a más de uno:
La burra Teresa, porque era hembra, fue al campo de donde había venido. Aunque más de un burro sí que andará pastando desde entonces por los alrededores del Gran Teatro Falla.
Al año siguiente bajó un peldaño en ese podio que antes mencionábamos, y Andaluces por el mundo (con una disposición en el escenario al comienzo que recuerda a su última comparsa) quedaba en segundo lugar frente a la comparsa barbateña firmada por Manuel Varo.  Un Concurso muy polémico en cuanto a la resolución del premio, mucho ojo, en el que Enrique Villegas quedaba en tercer puesto con la mítica Quince Piedras y asomaba en la final, en su primer año, un tal Antonio Martínez Ares.

Pero volvió a suceder: 1985, 1986 y 1987.  Antonio Martín quiso fichar a varios miembros de la comparsa Barrilete, grupo de Joaquín Quiñones en 1984, y en su lugar se encontró con que la agrupación le propuso un traslado completo, o negarse a perder componentes como Caracol.  Y así fue, Martín le escribió tres de sus mejores repertorios, con ideas que reflejan la evolución de su estilo. ¿La recompensa? Ya la saben, tres primeros premios para la eternidad: Entre rejas, Soplos de vida y A fuego vivo.




Si los han escuchado, habrán rememorado como eran los comentaristas de TVE (que se la sudaba el pairo que comenzaran los repertorios y no callaban hasta que terminaban su discurso).  No, no eran de Canal Sussanita, pero ya ven de donde les puede venir esa manía...

Los ochenta terminan con Antonio paseando su antología por España en 1988, año que no acude al concurso, y su pronto regreso en 1989 con otro repertorio que el buen aficionado guarda en su memoria: Tras la máscara.


Estos días lo comentaba con Bermauntier. ¡En vaya lío nos hemos metido pero como lo disfrutamos!  Hacer esta serie de post, con todo el cariño que le tenemos al maestro es complicado, porque reflejarlo en estas publicaciones se nos queda corto, muy corto.  Aunque bueno, cuando uno llega al ecuador de este paseo, ve lo que hemos contado y se alegra por lo que aún le queda por contar (y lo que va gozar haciéndolo), solo puede sonreír y pensar: "Que grande es Don Antonio".

jueves, 9 de noviembre de 2017

Especial "Cincuenta sombras de Martín". Capítulo I


Cincuenta años no se cumplen rodeado de coplas siendo el autor más laureado y el más longevo de la Historia del Concurso Oficial de Agrupaciones sino le has dedicado tu vida a ello. Por eso, nosotros también queremos rendirle el merecido homenaje que muchos ya le han hecho en forma de copla o de artículo. Así, presentamos "Cincuenta sombras de Martín". Será un especial por entregas en el que desgranaremos la obras del autor de San Vicente que compuso, ni más ni menos, que cincuenta comparsas de su autoría plena, que empezó en el año 69 con las Fiestas Típicas Gaditanas, que eran en mayo, y que se retira en 2017 cuando las redes lo han absorbido todo.

La vida carnavalesca de Antonio Martín gira alrededor del El Gavilán, bar donde se paraba el Carnaval de la época a cantar y comentar coplillas de la fiesta que más les gustaba. Ahí trabó amistades varias teniendo apenas dieciocho años, edad a la que compone un tercer premio como fueron Los mayordomos:


¿Se estaba perdiendo el tanguillo gaditano allá por 1968? Aún lo tenemos en la memoria de tanto como hemos escuchado ese verso. Y es que entrar directamente al Olimpo siendo el nuevo del corral es algo no solo meritorio sino digno de destacar.
Al año siguiente, el nivel no decae y, con Los nuevos aristócratas, justamente un año después, vuelve a conseguir el bronce. Precisamente de esa agrupación es la foto que encabeza este primer capítulo.

Año redondo, 1970, fue el año en el que Antonio Martín dio un golpe en la mesa con Los tarantos, comparsa flamenca de las del gusto del autor, muy al estilo de la época y que dio un verdadero pelotazo enfrentándose contra lo más laureado de esa época. Eso sí, el grupo era distinto porque el coplero ya se sabía con posibilidades:



Un segundo premio es el que le valen Los porteños, la comparsa que lleva en 1971 con sones argentinos, con un tipo que a Martín le encantaba y que su grupo apoya en sacar. No se equivocaron porque volvieron a triunfar entre crítica y público que era, todo hay que decirlo, muy exigente y que no se casaba con nadie:


Es menester recordar que en esos años los rivales no eran moco de pavo. Si ahora vivimos una época esplendorosa de la comparsa, en estas fechas la cosa no es distinta: el gran Paco Alba -creador de todo esto- campa a sus anchas por un teatro Falla enfervorecido por sus coplas. Además, Enrique Villegas y Pedro Romero siempre están a la zaga con composiciones de categoría. El segundo, además, se jugaba el cuello con la censura prácticamente cada vez que su grupo abría la boca lo que le solía valer los aplausos del público más politiquillo. 

Con Los Aventureros comienza la trilogía de primeros premios que el autor de San Vicente conseguiría en los años 72, 73 y 74, siendo esta gesta únicamente alcanzada por el ya retirado coplero. Sí, tres primeros premios seguidos con poco más de veinte años y un grupo de expertos comparsistas que se desvivían por él, que lo apoyaban y lo animaban a que le diera rienda suelta a ese volcán de creatividad que era el Martín de esa época del que, dicen, era capaz de llevar decenas de letras en apenas unas semanas de ensayo. No reprimía su flujo creativo y así le fue. 

Llegamos a Capricho Andaluz (1972) y nos detenemos para contarles una de las de historias que ha perseguido a Antonio Martín toda su vida. Y es que los maledicentes han dicho siempre que odiaba a Paco Alba cuando el es, y así se reconoce, admirador del autor conileño y seguía sus composiciones para cantarlas en las jaranas que hicieran falta. Pero la noche de la Gran Final de ese año, el autor de Viene a esta tierra un barquito, lloró desconsoladamente frente a Antonio Martín porque pensaba que el público lo odiaba y que había llegado el momento de retirarse. Pónganse en situación: en semifinales, Capricho Andaluz había pegado tal pelotazo que la comparsa del Puerto, Los esclavos de Egipto, que apareció justo después se llevó todo el chaparrón. El público quería más y entonces era común que la agrupación no se retirase hasta que el respetable quisiese. Algo así ocurrió el día de la Gran Final en el Falla con la comparsa de Paco Alba. Acababa de cantar la comparsa de Antonio Martín y, enfervorecido, las personas allí presentes querían más. Bajaron las cortinas y cuando se volvieron a abrir no estaba Capricho Andaluz si no Estampas Goyescas y, claro, se lió. 



Con este primer premio en el bolsillo, Martín vuelve a preparar otra comparsa que se llamará Los rumberos, otro de esos tipos señeros que tanto le gustan al coplero. Y conseguiría de nuevo el máximo galardón. El mismo año, el autor logrará una gesta espectacular: ganar también el primer premio en comparsa provincial con Los Camarones de la Isla. Al año siguiente continuará con este grupo de la provincial, y participará en provinciales con Los buenaventura (1975).

Volverá a Cádiz con grupo nuevo, creado, eso sí, en El Gavilán, sitio de reunión, como ya hemos dicho, de componentes y autores del Carnaval gaditano. Serán en 1976 España y Olé, una comparsa al gusto de la moda de entonces y con la que consiguió un segundo premio:



En 1977, Martín se vuelve un guerrillero de las coplas, pasión que le durará hasta que se retira en este año, y es que parece que una conciencia social se le ha despertado (quizás fuese porque había entrado al sindicato en su trabajo de aquella época). Este primer premio, muy recordado, llevará en su repertorio diferentes ritmos latinos que realizarán con instrumentos típicos de aquellas zonas. Fueron Los Mandingos:



¿Recapitulamos? Once agrupaciones y ya sumaba cinco primeros premios (y uno provincial) además de no bajar nunca del podio. ¿Creen que esto no es motivo para dedicarle una serie de especiales? Pues ya saben ustedes la respuesta. Pero no se preocupen, que la semana que viene continuamos con la obra de don Antonio Martín, el coplero más laureado del Concurso del Falla.