jueves, 16 de noviembre de 2017

Especial "Cincuenta sombras de Martín". Capítulo II


Esta segunda entrega de nuestro particular homenaje a la obra del niño de San Vicente tiene la mayor parte de su desarrollo en la década de los ochenta.  Una década donde Antonio Martín reino con cuatro primeros premios, dos segundos, dos terceros, y el histórico cajonazo del 1980.  Pero no corramos tanto, que estamos en 1978 y hacía ya dos años que se lloraba la ausencia de Don Paco Alba:



Es el segundo año del Carnaval libre o democrático y la comparsa de Antonio Martín quería volver, alejándose de la musicalidad más castiza para regresar a los sones argentos que ya probara en 1971.  Los arrabaleros le da un segundo premio.  Un curso después, Ángeles y demonios lo devuelve a lo más alto del podio comparsista con cierto aire pop y grandes coplas, como esta que referenciaba a su famoso pasodoble y se alegra del regreso del tanguillo gaditano en 1979.



El inicio de los ochenta fue una apoteosis carnavalesca: el jurado decide dejar a grandes comparsas fuera de la final, y estas se revelan.  ¿Quién las encabezaba? Exacto. Caleta. El gran homenaje del autor a su playa protagonizó, junto a otras dos comparsas, la toma de la escalera de la Facultad de Medicina donde el aficionado vivió dos finales el mismo día, dentro y fuera del Gran Teatro Falla.


En 1981, la televisión pisa por primera vez el templo de los ladrillos colorados y Antonio Martín García es condecorado con el Antifaz de Oro de la fiesta, y tanto ese año con Charlatanes de Feria como uno después con Voces negras, regresa a la final alcanzando el tercer premio en cada edición:


La comparsa Agua Clara (1983) fue otro primer premio, el primero de la década para el coplero.  Nos decía Antonio de su simpática protagonista en la entrevista que le hicimos en 2009, aprovechando para atizar a más de uno:
La burra Teresa, porque era hembra, fue al campo de donde había venido. Aunque más de un burro sí que andará pastando desde entonces por los alrededores del Gran Teatro Falla.
Al año siguiente bajó un peldaño en ese podio que antes mencionábamos, y Andaluces por el mundo (con una disposición en el escenario al comienzo que recuerda a su última comparsa) quedaba en segundo lugar frente a la comparsa barbateña firmada por Manuel Varo.  Un Concurso muy polémico en cuanto a la resolución del premio, mucho ojo, en el que Enrique Villegas quedaba en tercer puesto con la mítica Quince Piedras y asomaba en la final, en su primer año, un tal Antonio Martínez Ares.

Pero volvió a suceder: 1985, 1986 y 1987.  Antonio Martín quiso fichar a varios miembros de la comparsa Barrilete, grupo de Joaquín Quiñones en 1984, y en su lugar se encontró con que la agrupación le propuso un traslado completo, o negarse a perder componentes como Caracol.  Y así fue, Martín le escribió tres de sus mejores repertorios, con ideas que reflejan la evolución de su estilo. ¿La recompensa? Ya la saben, tres primeros premios para la eternidad: Entre rejas, Soplos de vida y A fuego vivo.




Si los han escuchado, habrán rememorado como eran los comentaristas de TVE (que se la sudaba el pairo que comenzaran los repertorios y no callaban hasta que terminaban su discurso).  No, no eran de Canal Sussanita, pero ya ven de donde les puede venir esa manía...

Los ochenta terminan con Antonio paseando su antología por España en 1988, año que no acude al concurso, y su pronto regreso en 1989 con otro repertorio que el buen aficionado guarda en su memoria: Tras la máscara.


Estos días lo comentaba con Bermauntier. ¡En vaya lío nos hemos metido pero como lo disfrutamos!  Hacer esta serie de post, con todo el cariño que le tenemos al maestro es complicado, porque reflejarlo en estas publicaciones se nos queda corto, muy corto.  Aunque bueno, cuando uno llega al ecuador de este paseo, ve lo que hemos contado y se alegra por lo que aún le queda por contar (y lo que va gozar haciéndolo), solo puede sonreír y pensar: "Que grande es Don Antonio".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buen homenaje, gracias.