miércoles, 21 de junio de 2017

La Eternidad en el Teadro Calderón (Madrid)

Cuando uno lleva ya cerca de un añito más p'allá, no sólo de Puerta Tierra, sino de Despeñaperros, acontecimientos como el del pasado fin de semana le revuelven el alma, y hacen que en cuanto se entera, pille las entradas de rigor y tache día a día el calendario.  Durante tres días La Eternidad, comparsa de Antonio Martínez Ares programaba en el Teatro Calderón de la capital del país hasta cuatro actuaciones, presentando tanto el repertorio de este año como la llamada Antología Pirata.

Por fin llegó el viernes, primero de los tres días, y allí que estaba yo la mar de bien acompañado -con mi familia, que vinieron para verme, y ya de paso... pues claro, ya ustedes saben.  Un patio de butacas, que conocía de otras visitas, reestructurado para la ocasión con mesas y sillas, que hacía que fuera más espacioso y cómodo para el disfrute del espectador, y con un ambiente donde los carnavalitas y carnavalienses eran los protagonistas previos a la comparsa.  Muchos de allá, que como yo nos tuvimos que venir acá, pero también muchos de acá, que les gusta lo nuestro tanto como a los de allá.

Las palmas y cánticos típicos del teatro que nos sabemos al dedillo todos los que somos peregrinos, gracias a los medios y alguna visita al Falla que siempre es un sueño cumplido, comenzaron a brotar, e hicieron de preámbulo al cierre de luces.  Se apagaron, se levantó el telón y...


Todo lo que había escuchado en OndaKichi, en Canal Sussanita, en Youtube, en el CD, incluso en alguna Festival al aire libre... multiplicado por diez mil.  La claridad de las voces, los juegos de entradas y salidas de los coros, y los segundas (¡aih, los segundas!) disparataron mis tímpanos.  Una gloria bendita que llevaba echando en falta meses, desde que viví aquí en Madrid una final retransmitida sin mi entorno familiar de siempre. Recuerdo que se me vino a la mente desde el primer acorde y que me hizo saborearlo con un plus de emoción del que predisponen la gloria que regala este grupo, porque es pura gloria.

El grupo se gusta, Piojo y Fali por arriba sin problema, Rafa Velázquez empujando por derecho y Moncada, que es punto y a parte.  Como tantas otras figuras de nuestro COAC tocadas por la varita, es de esos tipos que no se acaba nunca, nunca, y cuando termina de cantar, sonríe.  Un disfrute para el que está en frente, desde todos los puntos de vista que se analice.  Los segundas, insisto, son de otro planeta, más en un repertorio donde tienen tanta presencia, desde el inicio, hasta el final.  Quizás tanto anonadamiento hizo que la presentación, cuatro pasodobles, dos cuplés y popurrí se pasaron demasiado rápido.  Demasiado, para llevarnos al descanso y esperar ya a la antología.  No hubieran estado mal un par de pasodobles más, o incluso dos cuplés rápidos.  Porque el estribillo es una delicia, y disfrutarlo dos veces nada más no es justo, que estamos muy lejos Antonio.  Lo que no faltó en ningún momento, fue el buen ambiente, que se salpicó con un "campeones, campeones" que sentimos cada uno de los que lo cantamos allí (que si no de qué íbamos a estar allí).


Antes de continuar con la crónica de esta visita madrileña eterna, me gustaría destacar la mala praxis de los acomodadores que nos acompañaron durante toda la velada.  Les cuento: en todos los teatros que he estado, ya sea en Madrid, Córdoba, Cádiz, Granada... y un largo etcétera, cuando no se quiere que por parte del público se realice ningún tipo de documentación videográfica, se comunica al principio de la representación o actuación.  Todo el mundo toma nota, y seguimos adelante.  Si por el contrario se quiere aprovechar estas fotos y vídeos del público para que se compartan en directo y así la difusión del evento tenga mayor repercusión en redes, también se suele comunicar, con alegría para el respetable.

No fue el caso que nos ocupó el pasado viernes en el Teatro Calderón.  No se si por orden del Teatro, de la agrupación, o del propio autor, no estaba permitido realizar fotografías ni grabaciones pero...¡ah! ¿Quién lo comunicó? Nadie.  ¿Y saben que tuvimos en su lugar?  Acomodadores que al mínimo haz de luz telefónico, te apuntaban indiscriminadamente con un puntero láser.  Si, como lo oyen.  En múltiples ocasiones, fueron infinitos rayos los que cruzaron la sala a la caza de muchos que, desde tan lejos, tan sólo querían documentar lo que llevan meses esperando, con toda la ilusión y cariño del mundo.

Y yo que hice tantas fotos, y hasta mandé audios a Bermauntier y mi familia, ¡fui apuntado justo cuando hablaba con mi hermana, que junto a mi encendió su móvil para ver la hora que hora!  Insisto, tanto si viene de parte de Antonio, como de la dirección, fue un fallo terrible de ejecución.  Porque como uno de los espectadores gritó -con sus coloretes pintados como mandan los canones- en una de las pausas: "No sabéis la vida que nos dáis a los que estamos fuera".  Porque somos muchos, y nuestro Carnaval, todo lo que va más allá del Teatro, lo sentimos cerca, caliente, lo abrazamos, fotografíamos y recordamos el resto de los días de cada año.  Y no nos merecimos un trato así.


Y llegaron Los Piratas, con un grupo que jamás sonará como el original, ni falta que le hace.  Un bastinazo de interpretación, por un colectivo que se le ve disfrutar sobre las tablas.  Ahí va una premonición: ¿quién no nos dice que la próxima comparsa de Martínez Ares no tendrá un aire apiratado?  Ya veremos ya, porque ellos se lo pasan bomba con los gritos, los diálogos y las risas.

Sorpresa para mis oídos fue que comenzaran la ronda de pasodobles con aquel "Ya son las diez" de Doremifasoleando.  ¿Hola?  Jamás imaginé que Antonio recuperaría una letra como esta, que se identifica tanto con un momento y gente que ya no engrosan sus filas.  Pero oigan, que lo mismo es señal que refrenda lo que viene afirmando desde hace dos años: ha recuperado la ilusión con estos chavales, y queda cuerda para rato si todos quieren.

Vinieron más pasodobles que son una verdadera delicia escucharlos en la voz de Toni y compañía, y cuplés como el de Jesulín pregonero que tanto éxito tuvo en su día.  La presentación de Los cobardes comenzaba a anunciar el final, y la rumba nos precipitó de nuevo, demasiado pronto a decir un hasta pronto.  Hasta pronto que no fue tal, porque cómo decía Rafa Velázquez, eran muy fáciles y se quedarían más.  Una más, una con el autor sobre las tablas, claro que si: carnecita de gallina.


Fue un viernes maravilloso, un viernes que me supo a sur, a mi sur, al sur que no entienden aquellos que nos responden "es que yo no entiendo lo que dicen cuando cantan", al sur que, ni por asomo, es capaz de anular un puntero láser.  Antonio, gracias, y hasta pronto.

1 comentario:

Resolito dijo...

El artículo en si es fantástico. Si se pretendía que me transportara, lo ha conseguido.
Es bueno esto del carnaval de Puerta Tierra pa fuera, las agrupaciones siempre cuentan con el favor del público, no que no es frecuente en Cádiz, y mucho menos en el Falla, donde somos o del Madrid o del Barcelona. Yo lo que si he vivido es desmotivación en algunas agrupaciones, sin maquillar y a medio disfrazar, y yo no pago pa ver eso.