miércoles, 6 de julio de 2022

Don Carnal (I) por Cristina Prieto

Carnal, sexual, cha cha cha 

Dejar de ser virgen durante la adolescencia (vaya cachondeo que tiene la expresión, que me perdone el Espíritu Santo), tuvo que ser todo un acontecimiento, pero…visto el hecho desde la perspectiva de mujer de cuarenta que soy ahora… sin duda, estuvo sobrevalorado. Sin embargo, perder el virgo carnavalero ha sido…experiencia mística. El Carnaval se parece mucho al sexo en mi opinión: quien no lo ha probado le tiene miedo, le parece una historia complicada en la que no sabe bien si podrá desenvolverse, pero cuando ya lo saborea…quiere más. Pues eso mismo ocurrió el año pasado cuando, después de un comentario de boca de una jartible del Carnaval de mi entorno, me dio por buscar en YouTube y ponerme a escuchar (este año me he visto a mí misma diciendo en alguna calleja de Cádiz: “amos a escuchá”, jajaja).

Y como para llegar al éxtasis místico hay que recorrer el camino ascético, pues ahí me puse yo a hacer mi penitencia lamentando los años perdidos de escuchar coplas, habiendo sido mi casa lugar de finales del COAC hasta las tantas de la madrugada y habiendo en mi familia verdaderas cordobesas caleteras, capaces de vender su alma al demonio por un trocito de tierra gaditana. Mi abuela, que en paz descanse, disfrutaba como niña comiendo caramelos cuando nos montábamos ella y yo en el vaporcito mientras mi abuelo gruñía por llegar tarde a coger el tren de vuelta a Córdoba (me reí mucho cuando escuché al Selu cantarle a Juan, su títere, que el pitorrito de su olla a presión inspiró a Paco Alba el pasodoble “el Vaporcito de Cádiz”).

La cosa es que estoy convencida que la semilla estaba ahí germinando, porque no veo normal el atracón de Carnaval que me he pegado en estos 2021-2022. Ha sido gula auténtica vaya. Al infierno de cabeza voy. Si allí puedo escuchar en directo a Los príncipes de Juan Carlos Aragón…pues será paraíso.

Practicar la oración ha sido norma en estos dos años, pero claro, no esa que atonta, sino la que abre la mente: el Credo de Juan Carlos, popurrí de Los Condenaos, “Igual que en una mezquita”… qué obsesión tenía Aragón con la fe siendo ateo. Yo tengo mi tarilla particular con este tema: trece años trabajando en un cole de monjas me han dejado mi trauma (y material para hacer veinte cuplés).

En 2021 decidí como dice el popurrí que prefería “luchar y morir que vivir condenao”. Y dejé mi lugar de trabajo (“adiós, imagino NO volveré a la prevención”) para hacer lo que quería de verdad: enseñar en la escuela pública. Ya libre de la censura, pude aprovechar todos los recursos que el Carnaval me tenía guardados: trabajar las figuras literarias en la presentación de Los condenaos; celebrar el Día del Libro con el pasodoble “A ti chaval” del Canijo de Carmona; para el Día de Andalucía, “Era un cuatro de diciembre” de Los piratas; para la defensa de nuestro acento, el pasodoble de El perro andalú, “Los pobrecitos castellanos”; piropo a nuestra tierra, “Por tus cielos y por tus playas” de Los encaidenaos; para trabajar con el alumnado el tema de la violencia machista, “A ti machito”, de los “niños” de la Cantera.

Qué año de interina escuchando Carnaval en el coche. Hasta algún cuplecillo me salió en los trayectos para reírme con mi colega de opos y maestro de Carnaval. Pasar 2021 como interina en Lucena no podía tener más guasa, teniendo en cuenta el cariño que la ciudad elisana le ha tenido a Juan Carlos Aragón; siendo su editor de confianza de este lugar de Córdoba y contando los lucentinos con una historia y afición carnavalera de mucho peso.

Entre lo que más me he puesto en los viajes, los repertorios de Juan Carlos Aragón, Martínez Ares con el grupo de Subiela; Carapapa y Los muñecos de Cádiz. Me crucé con Carli Brihuega este febrero en una calle de Cádiz y no quise pedirle foto ni nada, solo se me cruzó por la cabeza decirle “gracias”. Qué voz. Carnecita de gallita, vellitos de punta, vamos que no me hago el láser gracias a este hombre porque he perdido todos los pelos del brazo escuchándolo. A Ramoni lo disfruté en directo en un bar de Córdoba, y sí, es el Messi del Carnaval, pero es que Carli transmite algo que no sé explicar con palabras. A estas dos vocecillas las vi juntas en Clandestino; junto a otros pocos mudos y muda: Milian Oneto, Dani Obregón… El concepto de Clandestino como espectáculo me decepcionó un poco por los fallos de transición que vi entre copla y copla, pero desde luego, allí había arte concentrado en altas dosis.

Un año como 2021 sin Falla y sin Carnaval en la calle me permitió ponerme al día y disfrutar del Carnaval de Puerta Tierra para acá (a golpe de monedero obviamente, que no saben los gaditanos/as la suerte que tienen de tener a las agrupaciones en la calle regalando su arte): la Eterna Banda de Aragón, Ares con su chusma selecta; Clandestino; Selu y su musical, los Five de Cai con Aguilera, Joselito, Love, Cabra y Carlitos Pérez, el Morera y Meni con La vida es un cachondeo.

Pero si 2021 fue mi bautizo, 2022 ha sido la confirmación. Y me he tomado muy en serio el sacramento. Tan en serio que me inscribí en marzo en La escuelita de Carnaval para hacer un curso de iniciación a la escritura de coplas, impartido por Miguel Ángel García Argüez.  Ahora que ha pasado el COAC me gustaría escribirle al Chapa para decirle: “qué joyita tenías guardada; vaya popurrí”. Nos contaba el autor durante el curso que el grupo lo estaba haciendo fenomenal, que el popurrí lo habían cogido pronto y lo estaban montando como ingenieros del arte. Cuánta razón llevaba. El curso con el Chapa me ha dado la posibilidad de conocer la labor de autor, muchas anécdotas del Carnaval y el conocimiento de joyas más antiguas, como la comparsa fetiche del Chapa: Hombres del campo, de Enrique Villegas.

(Continúa el sábado)

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