Sin embargo, el éxtasis carnavalero no me ha llegado de la mano de autores con nombre. En febrero me fui al Carnaval de la calle y pude ver con mis propios ojos lo que ya sospechaba: el carnaval no se escucha, sino que se vive. Es una actitud, una forma de sentir. Calles inundadas de papelillos, coplas por aquí y por acá, gente gritando “amos a escuchá” y sobre todo, pasión. En el parque Genovés pude escuchar a la comparsa del Carapapa, entregados, con un repertorio por entonces inédito y con una actitud que no se ha parecido en nada a la que le he visto en el Falla durante el COAC. En las semifinales estuve viendo al grupo dentro del teatro y no, lo siento. Pedía perdón en un pasodoble, entre ironía y enfado, pero realmente, el grupo ha distado mucho del que vi en el parque Genovés.
Quizás lo que más me llamó la atención del carnaval de la calle fue esto: es un regalo por, entre y para el pueblo. Gente que ha creado tipos y ha compuesto coplas para regalarlas. Letras que irán en su mayoría al fuego del olvido. La actuación del Canijo de Carmona con su antología en la escalinata de la Plaza Santa Cruz mientras el grupo y el público interactuaba con una señora mayor que observaba desde el balcón de su casa que daba a la plaza… Qué arte.
De allí no se sale indiferente. Cruzas Puerta Tierra de vuelta a casa con ganas de más. Así que, como sé que no me lee Ares, quien parece haberse enfadado con el Kichi este año, di las gracias al alcalde de Cádiz por darme Carnaval en febrero, en mayo y en junio. Porque en mayo llegó el COAC, con la ilusión de poner Onda Cádiz todos los días para poner el directo, leer este blog al día siguiente y comentar con cualquier jartible las actuaciones del día anterior.
Y ya cuando mi director espiritual en el Carnaval me consiguió la entrada para el lunes de semifinales…locura máxima. Total, un viaje ida y vuelta a Cádiz en menos de doce horas con cinco de ellas dentro del Falla… ¿no es de nivel jartible avanzado? Sí. Pero a cambio de unas ojeras infernales el martes, presencié, viví, sentí, me emocioné cuando el pasodoble a Olona de Los quinquis del Vera sonó en el teatro. Momento para el recuerdo. El teatro se vino arriba, el gallinero pensé que se caía al suelo, y todos y todas los allí presentes entonamos el himno de Andalucía. Magia. El coro Tierra y Libertad, primer coro que escuchaba en directo, también puso pelitos de punta. Yo me quedé con la última cuarteta a ritmo de Rigoberta Bandini, un canto a la dignidad y a la unión. Algún verso por citar: “solo el pueblo salva al pueblo”. Qué necesarias estas letras en estos tiempos.
Si esa sesión hubiera sido turno de Los renacidos la jugada hubiera sido redonda, pero no les tocaba el lunes sino el martes. Es lo que tiene comprar entradas a ciegas. No pasa nada porque mi fin de semana de tablaos y calle ha dado para verlos en las escaleras del Museo, donde también he visto La boquita prestá de Remolino. Volviendo a los pájaros, he de reconocer que se ha cumplido lo que intuí cuando conocí al Chapa en el curso de escritura: este año han traído su buen hacer más que demostrado con un tipo muy bien elegido y un repertorio a cargo de una pluma privilegiada. Es un tercer premio para el jurado. Un primer premio para muchos aficionados/as que vamos todos los días al curro cantando “sabes que la vida nunca, nunca se detiene…”
De esa noche en el teatro Falla me guardo muchas otras cosas además de esto que he contado. Por ejemplo, observar y participar en la interacción frecuente entre grupo y público…Por ejemplo, comprobar como el gallinero se iba animalizando conforme avanzaba la noche (entre los gritos de los poetas/poetisas de andar por casa, se escuchaban onomatopeyas de gatos, perros…Qué arte, chiquillo). Por ejemplo, las intervenciones de Pepe el Caja, entre las que hubo esa noche, una que consistió en quitarse la camiseta frente a la cámara y salir corriendo…jajaja.
Aunque mi comparsa favorita sea Los renacidos por la huella de La Eterna Banda, he de reconocer que la idea de Los sumisos me ha resultado fascinadora: el tipo con las letras, Javier Ramírez en la presentación, el forillo y atrezo decadentes de La Chusma Selecta, el cambio de estribillo en la Final, y el popurrí, vaya con el popurrí. Al día siguiente de la actuación de preliminares ya estaba yo en casa con el pito de caña enseñándole a mi hijo la última cuarteta.
El carnaval de junio me ha regalado: las comparsas femeninas (We can do en la Final), porque eso de que el Carnaval solo lo hagan hombres es rancio, rancio; la experiencia de los tablaos que no pude tener en febrero (mucho mejor saber dónde vas a escuchar, aunque luego las redes sociales también te ofrecen cositas), la batalla de coros que vi en el Mercado y el ambiente lúdico festivo de toda la ciudad, con actuaciones y conciertos en San Antonio, guateque en la Plaza del Mentidero (años 80) y actuaciones en la misma playa de La Caleta el domingo.
Voy a terminar junio con un sentimiento extraño de orfandad, porque hasta el febrero que viene… Pero como dicen que Dios aprieta pero no ahoga, ahora empiezan los festivales de Carnaval. ¡Que esto sigue! Lo que no sé es como lo van a sobrellevar algunos grupos con esos tipos tan calentitos. El Ave Fénix va a arder de verdad. Yo estoy ya apuntando fechas: Lucena será la próxima cita carnavalera.
En definitiva, el Carnaval me
he hecho más canalla, más libre y más valiente. Estos amigos jartibles valen
oro. No necesitar una boquita prestá (qué comparsa la de Remolino este año) ha
sido tan liberador… Así que GRACIAS Carnaval, por todo lo que me has dado y por
todo lo que espero que sigas dándome. A ver si hago el segundo taller de La
escuelita de Carnaval del Chapa y puedo devolverte algo en forma de copla.
Carnal, sexual…cha cha cha.
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