La familia de Juan Luis Soto tuvo que salir el viernes 21 de su casa en Pastora, 4 por un desalojo preventivo dictado por la Policía Local
La familia de El Cascana lleva diez días realojada en una pensión
«La última vez que limpié la cocina a fondo salieron más de 40 cucarachas»
«Cádiz, traigo la casa apuntalada, una solería toda levantada», escribía Juan Luis Soto, más conocido como 'El Cascana', para su chirigota Cádiz la ciudad que sonríe, los conformistas hace ya tres años. Entonces no sabía que en el año 2010 esta letra se convertiría en el drama real, sin música, de su familia. Lo había visto en las casas de sus vecinos, en el maltrecho barrio de La Viña, pero no había visto a su madre con un ataque de ansiedad encerrada en la habitación de una pensión y comiendo a base de menús de los bares de los alrededores.
Entonces, ni siquiera se imaginaba a su sobrino de doce años durmiendo con sus padres en la misma habitación, ni tampoco al pequeño dNote dos meses, que acaba de tener su hermano, despertándose cada mañana con el simple juguete de las cuatro paredes del cuarto de sus padres.
La dignidad de él y su familia, como la de tantos realojados precedentes, se quedó en el número 4 de la calle Pastora y se evaporó cuando, hace diez días, cayó el techo del cuarto de baño y la Policía Local ordenó el desalojo de la vivienda familiar donde residían desde que sus padres se mudaron hace 44 años.
Desde entonces, aseguran que el propietario de la finca no ha hecho nada por mantenerla en unas condiciones habitables y garantizarles, como mínimo, su seguridad. Durante estos años, han convivido con las humedades, con el terrible sonido del crujir de las vigas y hasta con las decenas de cucarachas que salen por cualquier lugar de la casa. «La última vez que limpié a fondo la cocina maté por lo menos a 40», confiesa resignado Francisco Soto, el cabeza de familia.
Ni las continuas quejas de los vecinos ni los sucesivos episodios de caídas de techos en la finca hicieron reaccionar al propietario, que ahora realiza algunos apaños para no tener que afrontar durante más tiempo los gastos del realojo forzoso de la familia Soto. Eso sí, hasta ahora nadie les ha dicho quién va a pagarles los 70 euros que a diario se gastan en comer en la calle. Esas facturas, que van en el bolsillo del pantalón de Francisco, se pasean de un lugar a otro sin que nadie responda al respecto, como tampoco nadie contesta a la pregunta de por qué se ha llegado a esta situación, del por qué se permite que tantas familias vivan en estas condiciones infrahumanas.
A la espera
Mientras esperan una respuesta y una solución a su eterno problema, Francisco, Dolores, sus tres hijos, su nuera y sus dos sobrinos siguen vagando por la Pensión Cádiz, con la única ayuda desinteresada que la de su dueño, Adolfo, que al menos les hace este trago más llevadero. Mientras tanto, seguro que Cascana, el rebelde chirigotero, está tomando buena nota para contarle a Cádiz que mientras la ciudad se viste de gala para la celebración de una Constitución histórica, algunos de sus vecinos aún siguen sin tener derechos que se consiguieron a lo largo de estos 200 largos años, como el de una vivienda digna y un trabajo. Y es que ya lo decía su chirigota: «De qué me vale la prosa si donde vivo ya es un poema; mi casa se viene abajo».
«La última vez que limpié la cocina a fondo salieron más de 40 cucarachas»
«Cádiz, traigo la casa apuntalada, una solería toda levantada», escribía Juan Luis Soto, más conocido como 'El Cascana', para su chirigota Cádiz la ciudad que sonríe, los conformistas hace ya tres años. Entonces no sabía que en el año 2010 esta letra se convertiría en el drama real, sin música, de su familia. Lo había visto en las casas de sus vecinos, en el maltrecho barrio de La Viña, pero no había visto a su madre con un ataque de ansiedad encerrada en la habitación de una pensión y comiendo a base de menús de los bares de los alrededores.
Entonces, ni siquiera se imaginaba a su sobrino de doce años durmiendo con sus padres en la misma habitación, ni tampoco al pequeño dNote dos meses, que acaba de tener su hermano, despertándose cada mañana con el simple juguete de las cuatro paredes del cuarto de sus padres.
La dignidad de él y su familia, como la de tantos realojados precedentes, se quedó en el número 4 de la calle Pastora y se evaporó cuando, hace diez días, cayó el techo del cuarto de baño y la Policía Local ordenó el desalojo de la vivienda familiar donde residían desde que sus padres se mudaron hace 44 años.
Desde entonces, aseguran que el propietario de la finca no ha hecho nada por mantenerla en unas condiciones habitables y garantizarles, como mínimo, su seguridad. Durante estos años, han convivido con las humedades, con el terrible sonido del crujir de las vigas y hasta con las decenas de cucarachas que salen por cualquier lugar de la casa. «La última vez que limpié a fondo la cocina maté por lo menos a 40», confiesa resignado Francisco Soto, el cabeza de familia.
Ni las continuas quejas de los vecinos ni los sucesivos episodios de caídas de techos en la finca hicieron reaccionar al propietario, que ahora realiza algunos apaños para no tener que afrontar durante más tiempo los gastos del realojo forzoso de la familia Soto. Eso sí, hasta ahora nadie les ha dicho quién va a pagarles los 70 euros que a diario se gastan en comer en la calle. Esas facturas, que van en el bolsillo del pantalón de Francisco, se pasean de un lugar a otro sin que nadie responda al respecto, como tampoco nadie contesta a la pregunta de por qué se ha llegado a esta situación, del por qué se permite que tantas familias vivan en estas condiciones infrahumanas.
A la espera
Mientras esperan una respuesta y una solución a su eterno problema, Francisco, Dolores, sus tres hijos, su nuera y sus dos sobrinos siguen vagando por la Pensión Cádiz, con la única ayuda desinteresada que la de su dueño, Adolfo, que al menos les hace este trago más llevadero. Mientras tanto, seguro que Cascana, el rebelde chirigotero, está tomando buena nota para contarle a Cádiz que mientras la ciudad se viste de gala para la celebración de una Constitución histórica, algunos de sus vecinos aún siguen sin tener derechos que se consiguieron a lo largo de estos 200 largos años, como el de una vivienda digna y un trabajo. Y es que ya lo decía su chirigota: «De qué me vale la prosa si donde vivo ya es un poema; mi casa se viene abajo».
Lo publicamos aquí porque es el drama de un chirigotero que conocemos y que admiramos, mi compañero Manuel aún más que yo. Es por esto por lo que nos queríamos hacer eco de esta noticia, de este triste drama que vienen advirtiendo desde hace mucho tiempo en las coplas de carnaval y para el que no se pone solución (y si se pone, es insuficiente). El propio Cascana ha sido uno de los que más ha cantado a este tema, un tema que pone los vellos de punta porque sabes que es real y, para colmo, es tan cercano que le ha tocado de lleno.
De corazón lo sentimos desde aquí. Nuestro más sincero apoyo a él y a su familia para que la situación se arregle tan prontamente como sea posible y vuelvan a ese barrio de la Viña que él tanto le gusta.
De corazón lo sentimos desde aquí. Nuestro más sincero apoyo a él y a su familia para que la situación se arregle tan prontamente como sea posible y vuelvan a ese barrio de la Viña que él tanto le gusta.
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